Bajo la piedra

Lo veo sigiloso. Como cualquier ser que vive bajo los designios de la naturaleza; en la incertidumbre, en constante peligro.

Lo veo como si tuviese la misma altura que yo.

Creo que es una especie de mandril, de color marrón claro, con sus pelos largos, duros. El lomo blanco, un poco punk.

El peso de su cuerpo cae levemente sobres sus patas traseras, y con las delanteras apenas rozando la tierra avanza hacia la piedra.

La piedra tiene el tamaño de todas mis piedras.

Como un gran estómago.

Como el corazón de una vaca.

 

El mono se acerca a la piedra y la levanta. De pronto emerge-como en aquellos juguetes terroríficos-, una serpiente.

Se miran durante una fracción de segundo y el mono cae desmayado, desmoronándose, como muerto. Al mismo tiempo la piedra vuelve a sus sitio inmóvil. Durmiente, cerrado, casi inocente.

A los pocos segundos el mono despierta, se sienta y vuelve a contemplar la piedra.

Y como si todo naciera de un punto neutro, como si fuese la primera vez, vuelve a acercarse a ella con la misma curiosidad y cautela, ignorando por completo lo que hay debajo. Entonces levanta la piedra, encuentra la serpiente y cae desplomado una vez más.

 

Esta acción se repetirá de la misma forma al menos cinco veces.

 

La posibilidad de la muerte excede especulaciones.

Puede encontrarse en cada momento, en cada lugar, como la serpiente que yace bajo la piedra.

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